Destinatario

Estas son sólo notas de olvido, recibos injustificados, cartas de silencio y telegramas melancólicos que una mujer de vena negra escribió.

martes, 26 de marzo de 2013

La cita



Creo que no te acuerdas mucho de lo que he dicho, ¡¿y cómo?!, tu mente se satura de todas esas lecciones primigenias donde el entendimiento del hombre no era hacia las cosas sino al propio entendimiento, el uróboros más literal de las complejidades existenciales; sólo lecciones en la Salpêtrière como Charcot cuyos hallazgos de la histeria le dieron influencia a Freud (ah porque el mundo escucha Freud y Freudiano se vuelve el mundo, y antes de Freud hubo más, más procesos psicológicos que no se centraban en lo más primitivo del hombre, y ahora no, ahora el marco teórico para literatura, cine o arte; el autor, el personaje y el lector, es el psicoanalisis freudiano y tá tá), siempre lo criticaré siempre, porque irremediablemente le veo como el espejo de muchos otros y lo proclaman como esto o aquello, o más bien me iré como Grünbaum a restregarle lo que es falso que como feminista por decirme hombre sin falo.

Hace rato probablemente me acercaba al borde del vidrio del carro viendo precipicios de cemento y en sus profundidades un modesto cementerio, esperando de manera paciente pero de consciencia frenética verte; sabes que te extrañaba, que extrañaba la anchura de tus brazos rodeándome, presionándome con tal fuerza para apenas respirar, ese entusiasmo tuyo que me hace fe a las amistades y a que las distancias no restan cariño.

Llegué temprano aquella vez, me deslicé del auto, por las puertas de cristal verde hasta adentrarme a algo que llevaba meses sin ver, sí, un centro comercial. Y es que todo aquello que se hace de manera cotidiana le resta belleza y cadencia a las cosas, las cosas más sublimes tienen la especial característica de que sólo se prueban una o dos veces, y dos es demasiado. Veía a las personas caminar, todas en esa misma sintonía y yo perdida totalmente caminando hacia un lugar fuera de esa marea de gente; si tan sólo supieras todo lo que hice mientras esperaba te darías cuenta que le di la vuelta y regresé en esa hora u hora y media que esperé. Entré muchas veces al baño, me di vuelta por todos los estantes de la tienda viendo agendas, materiales, buscando a Serrat y a Sabina, que para mi sorpresa ni siquiera el género lo tenían, buscando después a Dylan para sólo encontrarme con Rihanna y esos discos que decoran de diferente manera pero que venden lo mismo, como una edición especial de los Beatles. Naturalmente no había nada que comprar. De ahí me pasé hacia las tiendas de Chácharas, chácharas multiplicadas en barriles y cestos de mimbre, baratijas que sólo se lucen una vez -también son sublimes y bellas, son de fantasía- caminé sin mucho ánimo y enfrente del cine me detuve un rato para ver al hombre de metal realizar su acto, el de "no-me-muevo y me pagan por moverme", la atracción más simple, ningún humano es capaz de detenerse a ver algo que no se mueva, se aburre, lo insta a rotación y traslación y por ello pagan. 

De ahí esquivé algunos proveedores de panfletos, dos o tres que promocionaban descuentos y dos muchachos de buen ver que vendían telefonía celular, si de esas que se dan como en la caja de cereal, llegué finalmente a la plaza de comidas viendo sólo espejismos y sombras de un añejo y febril recuerdo, ese donde me encontré sentada con el alto cuervo de ojos negros, ese donde me dejó pagar sola a mí (imbécil dirás tú), ese donde nos sentamos afuera en una banca de color granate y el me hablaba de masonería, de su familia, de porque una salsa de catsup era la ferviente muestra del racismo o nazismo alemán "todavía existente". Miles de secretos en productos y marcas de cigarros que muestran a un hombre de color, a un latino y a un judío colgados por el cuello. Todas esas historias fantásticas que alguien con los secretos como los de él siempre tenía para contar y terminaban con "no le cuentes a nadie o me colgarán".

Fuera de eso, ese momento en que decidí que todo acabaría con él, fue cuando lo vi tan ensimismado con su uniforme de basketball, su mochila y mi nombre rayado en ella después del de su ex, ese día que parecía más abstraído en que me di cuenta que ya no era su obsesión. Después de quedarme un momento así paralizada recordando me regresé por donde vine, y nuevamente me distraje con los estantes de la tienda y justo en el momento que salía de ahí, caminabas veloz directo a buscarme de donde me encontrara, hasta que nos vimos, te acercaste a mí y me abrazaste como si fueras a besarme, y yo te recibí tan fríamente con un abrazo... directo acercaste tu boca a la mía y yo la había quitado... ¿por qué? te desconcerté, fue porque habíamos dicho que seríamos amigos y me estaba comportando como tu amiga.

Durante el transcurso de ese momento me viste, me diste la vuelta, reconociendo algo de mí que fuera mío y más que mío: tuyo, no sabíamos que pedir así que lo más simple fue la ordenanza de un par de hamburguesas con papas y en tu caso soda y en mi caso té.

Nos sentamos, te sentí triste, triste que me acomedí a no hacer más caso a la decisión y a besarte para que me hicieras esa sonrisa que siempre tiende a cerrar los dientes, abrir los labios y fruncir los ojos, esa misma que me ha fascinado desde siempre; continuamos normal, platicando normal, y una vez que nos fuimos y que empezaste a sentirte mareado y nos sentamos en el sillon... ese momento en que me abrazaste y sentí tu respiración pesada supe que estabas llorando... ¿llorando por qué?... pensabas que te iba a decir algo "estoy saliendo con alguien más", "ya no me gustas", "quiero alejarme de ti", todo ese acto por un pensamiento que te infundía en ese momento y no, la realidad es que no.

El momento entre lo que parecía este problema, mis dedos secando tus mejillas, mis besos anunciándote algo más simple: somos amigos.

Después de eso, de llegar a tu carro, de recostarnos un rato, de sentir tus manos en mi vientre, las mías en tus brazos, después de toda esa tarde... de dejarnos de palabras para entrar en lo que expliqué al inicio lo más primitivo, caricias, miradas y actos, comprendiste que no me estabas perdiendo.

Creo que no te acuerdas, pero debes saber que ya lo había dicho antes, tú no vas a perderme, al menos no tan fácil.

Ahora en este momento que ya ha pasado tiempo, me detengo sobre un vidrio más frío, sobre una consciencia que no ha salido aún fuera de su casa desde invierno, desde esa necesidad corporal de dormir y de leer, de dormir y de comer y de dormir sobre dormir, sobre la cetrina sensación de un fátum o sino nada cordial con mi corazón; me detengo, porque para todo lo importante hay que detenerse, y pienso en todo lo que he ganado a partir de nosotros sin haber sido nada.  Como dijera el italiano Giovanni Papini, este destino no reinaría sino fuera por nuestra complicidad y por nuestra voluntad, algo que explícitamente siempre le recuerdo a todas las personas que reciben su destino  a partir de la lectura de la mano o de la revelación de una vida por arcanos. No existiría el destino sino contribuyéramos a él: de acuerdo. Y hay que pensar en eso y en aquellos escapes de esperanza o de instinto que la vida guía, y lo pienso ahora que leo la noticia del terremoto en Turquía  y de aquella mujer con la espalda destrozada y el cuello roto protegiendo sobre una frazada bajo escombros del edificio en el que vivía, a un niño, un niño cuyo mensaje le acompañaba en un celular: "Si puedes sobrevivir, tú tienes que recordar que Te amo"...

Si tú puedes sobrevivir a lo que yo sobrevivo diario, entonces ojalá recuerdes que Te amo.

C'est tout

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